Muchas empresas asumen que se encuentran “al día” en sus campos de actividad, porque siguen publicaciones especializadas o asisten a ferias o congresos internacionales. Desde luego, esa es parte de las tareas que deben ser contempladas, pero de ninguna manera agotan el objetivo.
Implantar en la cultura de la organización los principios de la innovación continua requiere de un trabajo calculado de estrategias, metodología y resultados medibles. Cuando la empresa cuenta con un departamento de investigación y desarrollo, estas prácticas suelen ser parte del vocabulario normal de los empleados y los directivos, pero aun así, es necesario que esa cultura pueda permear a todos los integrantes. Las buenas y novedosas ideas suelen provenir de donde menos se espera, o bien, de quienes tienen experiencias en áreas de ventas, logística, etc. No hay que olvidar que, para muchas empresas, una campaña exitosa de marketing o de publicidad puede hacer la diferencia en sus logros a lo largo de los años.

A la par, todos los integrantes de los proyectos deben entender la relevancia de acompañar a las mejores ideas con la protección jurídica necesaria. La experiencia de muchas empresas, lamentablemente, demuestra que errores u omisiones en los oportunos registros de invenciones o marcas, aparejan su pérdida.
En el caso de patentes, por ejemplo, el solo retraso en la presentación de una solicitud, una vez divulgada la invención, genera la pérdida de novedad y, con ello, su protección jurídica. Una empresa que ha introducido estos principios en su cultura, en forma recurrente discute proyectos, conceptos y propuestas y dispone de los canales necesarios para darles trámite hasta documentar sus resultados, sean buenos o malos. Lo que tal vez en cierto tiempo no rindió frutos, más adelante puede alcanzarlos.
Es interesante conocer la manera en la que, las empresas llamadas “digitales”, impulsan la creatividad en todas sus formas, produciendo una atmósfera completa volcada al pensamiento creativo. Inclusive, el diseño de las áreas de oficina, corresponde a este afán por motivar el relajamiento que permite los chispazos de genialidad, así como la oportunidad de convivir y colaborar en espacios que lo promueven.
Desde luego, uno de los puntos esenciales en la creación de esta cultura, es la continua comunicación que la empresa procure de los temas y logros relevantes en materia de innovación, de manera que en las diversas áreas se comprenda y aprehendan los postulados de esta forma de responder a los desafíos del mercado.
A pesar de que el anhelo de alcanzar una cultura plena de Propiedad Intelectual en las empresas, como un hecho que “simplemente acontece”, la realidad es que, en la mayor parte de las oportunidades es necesario introducirlo en forma progresiva, constante y dirigida. Establecer protocolos, manuales y directrices que obliguen a pasar los proyectos por el filtro de Propiedad Intelectual es de gran ayuda; celebrar las patentes que a la empresa le otorgan es también un gran incentivador; diseminar las resoluciones de asuntos ganados en litigios por estos derechos logra efectos similares; pero sobre todas las cosas, lo que estimamos como fundamental, es cuando todo el personal de la compañía, obreros, empleados, funcionarios y socios, entienden y valoran el enorme valor de su Propiedad Intelectual y la forma en que esta se vincula a la generación de riqueza que le permite, a cada uno, alcanzar sus objetivos en la organización.
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