Según mediciones del reporte global del Fintech Radar, México es el lugar dos del mundo en creación de empresas digitales. Las gráficas no miden tasas de supervivencia, ni de éxito, ni de plazas de trabajo creadas, pero claramente se trata de un dato relevante y prometedor.

Para quienes convivimos con jóvenes, es tema cotidiano verificar el nivel de creatividad empresarial que les acompaña. La nueva frontera que las aplicaciones (las llamadas “apps”) han abierto, permite organizar soluciones a los problemas más comunes que enfrentamos. Para aprovechar en forma colaborativa espacios vacíos de estacionamiento, para evitar circular por zonas de riesgo en nuestras ciudades, para organizar eficientemente nuestra agenda, para localizar pensiones para mascotas o para seguir los resultados de nuestros equipos favoritos. Donde hay una necesidad detectada, o por surgir, ahí hay un joven mexicano proponiendo una aplicación que lo resuelve.
A diferencia de otros tiempos, en los que para competir había que realizar inversiones descomunales en plantas, instalaciones y equipamiento, hoy la tecnología ha tenido este feliz alumbramiento, que permite que las ideas dominen el mundo. Eso nos acerca en capacidad de innovar a las naciones más desarrolladas, o por lo menos, nos pone en “modo competir”. Ese es el primer nivel, solamente, detrás, suelen haber proyectos empresariales ambiciosos con altas pretensiones, algunos muy complejos, otros de difícil ejecución, y algunos más simplemente irrealizables, pero todos con dosis intensas de creatividad y vocación de éxito.

Bajo estas premisas, la lógica reclama mejores respuestas en la forma de apoyos decididos hacia estas formas de multiplicación de la riqueza. No nos confundamos, la única forma de generar recursos consiste en vender productos y servicios que el mercado quiera comprar; y ese objetivo se logra, solamente, a través de empresas, y las que innovan, normalmente, se llevan la mejor parte.
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